Día 4 de viaje (del 7 al 11 de enero de 2018)
Después de visitar Milford Sound y dormir en Lumsden, pusimos rumbo a The Catlins. Visitamos el faro Waipapa Point, fuimos a Slope Point, el punto más al sur de Nueva Zelanda; hicimos la ruta de senderismo Waipohatu Walk, en cuyas entrañas se esconde una cascada, y finalmente llegamos a Curio Bay, una bahía que me conquistó y a quien escribí una carta.
Querida Curio Bay,
te echo de menos. Lo llevo haciendo desde el primer momento en que me alejé de tu suave arena. No lo sabes, pero eres muy importante para mí, porque contigo aprendí muchas cosas. Y has sido testigo de momentos importantes de mi vida. ¿Cómo un espacio tan pequeño puede albergar tantas emociones?
Es curioso, porque no tenemos la menor idea de cómo llegamos hasta ti. Te explico: en mi móvil tengo una carpeta con mil fotografías de mil localizaciones de Nueva Zelanda, sitios que he estado recolectando desde hace años y hemos ido apuntando en el Google Maps. Un día Miguel me dijo «tenemos una playa cerquita», y para allá que fuimos. Lo más curioso es que no hay rastro de ti en mi teléfono móvil. No tengo fotos ni menciones. He repasado la lista más de una vez y no apareces en ningún lado.
¿Cómo llegaste hasta nuestro Maps? ¿De dónde saliste?
Sea como fuere nos habías encontrado. De alguna forma estabas dispuesta a hacerte ver y a no quedar en el olvido.
Fuiste importante para mí porque contigo aprendí cosas muy valiosas. Tú fuiste la playa que me hizo darme cuenta que estaba viviendo un sueño de niñez: pasar unas navidades en verano. El día que me fotografié en tus arenas en bikini y con gorrito de Papá Noel fue el día en el que me di cuenta que los sueños no se crearon sólo para soñarlos, sino también para realizarlos. Aunque hayan pasado años de su nacimiento, si los mantienes y crees en ellos, se materializarán.
Fuiste el primer «oye, ¡que yo puedo!» que mi alma gritó. Un gritito de guerra interno que más adelante se repetiría y acabaría marcando un cambio de actitud en mí.


Pero también me enseñaste sobre libertad, amor y paciencia.
Jamás imaginé que en una sola playa pudiera reunirse tanta fauna. ¿Cómo es posible que en un espacio tan reducido puedan avistarse delfines, leones marinos y dos tipos de pingüinos? En una-sola-playa.
Recuerdo que nada más llegar por primera vez a Curio Bay, vi a lo lejos delfines saltando en el mar. Mi primera vez viendo delfines en libertad. Lo recuerdo como si hubiera sido hace un momento. Todas las veces que volvimos a Curio Bay vimos delfines. Me encantaba sentarme en un banco de la colina a verlos con los prismáticos.
Delfines héctor, los más pequeños del mundo y en peligro. Delfines simpáticos que se acercan a ti. Recuerdo a los bañistas que de repente se veían rodeados de delfines. Pero también recuerdo a personas que iban en su busca, los perseguían y atosigaban hasta hacerlos desaparecer. Lo mismo con las focas y los pingüinos: turistas que no respetaban las distancias de seguridad, peligrando así la seguridad tanto del animal como la de ellos mismos.



Contigo, Curio Bay, aprendí lo que era amar y emocionarse con los animales en libertad, comprendí lo serio que era invadir su espacio personal, comprendí que su avistamiento es un regalo que debemos cuidar si queremos que siga existiendo. Y aprendí lo que era la paciencia. La naturaleza es aleatoria y caprichosa, y somos nosotros los que debemos adaptarnos a ella, no al revés.
Fue muy emocionante esperar con los ojos y los sentidos a mil, con los oídos afinados para diferenciar los ruidos. Pero más emocionante fue avistar a un animal así, libre, viviendo su cotidianidad, comportándose de forma natural. Saltando porque quiere, no porque un zoológico se lo impone. Ahí descubrí lo mucho que me gustan estos «safaris» al aire libre.




Pero también eres importante porque fuiste la que nos introdujiste a un deporte del que todavía no nos hemos saciado: el surf. Fuiste nuestro primer bocadito de surf y ahora queremos más. Y más. Y más.
Nos diste buenas olas, diversión, aprendizaje y la fortuna, de nuevo, de disfrutar de la naturaleza, pues durante nuestra primera clase de surf unos simpáticos delfines nos acompañaron a surcar las olas.
Va a ser muy difícil superar un momento así. La vida va a tener que esforzarse mucho para desbancar al día que hice surf con delfines. Me explota el corazón nada más de recordarlo.
La primera vez que llegamos a ti fue porque tenía las rodillas malas por un accidente de moto, y me diste lo que necesitaba: descanso. La segunda vez me volviste a dar lo que necesitaba: libertad. Y la última vez que te vi me diste un aprendizaje, pero esta vez fue un regalo amargo: me diste una despedida.
Hasta que no llegué a ti no comprendí que este viaje es eso, un viaje, y que me voy a tener que despedir de personas y lugares quién sabe hasta cuándo. Incluso hasta siempre. Contigo aprendí a desprenderme y a quedarme con la alegría de haber vivido buenos momentos, no con la tristeza de irme. Contigo comprendí que es muy probable que nunca vaya a volver a muchos sitios por los que pasaré.
O no.
Quizás, si sueño mucho y muy fuerte, haré mis sueños realidad.
Y yo sueño con volver a ti.
Te adora,
Marta.
Os dejo por aquí algunos tips para disfrutar de Curio Bay:
- Respeta las distancias de seguridad: más o menos eran 30 metros para los leones marinos y 50 metros para los pingüinos. Y NUNCA os pongáis delante de un pingüino interfiriendo su salida del agua. Los pingüinos cuando salen del agua es para dirigirse a sus nidos, donde les esperan sus crías. Si no se sienten seguros volverán al agua dejando solos a sus bebés, quienes podrían morir de hambre. Los nidos suelen estar entre los arbustos, así que tampoco merodeéis por ahí.
- Llevaos prismáticos. Al no poder acercarte a los animales tanto como te gustaría, los prismáticos te permitirán no perder detalle. Será como si los tuvieras a dos palmos de ti. Y si eres fotógrafo, échate mano de un teleobjetivo, lo agradecerás.
- La época de delfines hector va de Noviembre a Mayo (verano y otoño). El delfín hector es el más pequeño del mundo y sus 7.000 ejemplares sólo se encuentran en Nueva Zelanda. En Curio Bay hay una colonia de unos 15 delfines que juegan, comen y descansan por la bahía. Por favor, no les des de comer ni les persigas, ellos se acercarán a ti cuando les plazca.
- Tampoco toques a los delfines, tienen una piel sensible.
- La mejor hora para ver a los pingüinos de ojos amarillos es de 19:00 a 21:00, que es cuando, después de haber pasado todo el día pescando, vuelven a sus nidos a alimentar a sus crías.
- El mejor sitio para ver a los pingüinos de ojos amarillos es en el bosque petrificado. Sí, Curio Bay tiene un bosque petrificado de la era Jurásica, ¡toma ya!
- Aunque más difícil, también pueden verse pingüinos azules. Estos viven y se esconden en madrigueras. Nosotros no vimos ninguno.
- También se pueden ver golondrinas de frente blanca alrededor de la bahía.
- Los perros están prohibidos, pues pueden matar la fauna silvestre.
- Si quieres hacer surf, en la propia bahía hay un puestecito donde se alquila equipo de surf e incluso puedes dar clases para todos los niveles. También hay un camping donde pernoctar.
Después de abandonar Curio Bay continuamos recorriendo Los Catlins hasta llegar al siguiente punto de la Ruta Escénica del Sur: la ciudad de Dunedin.
Puedes leer mis otros diarios de viaje por Nueva Zelanda aquí:
-
Diario de Viaje kiwi 1: Milford Sound, la octava maravilla del mundo.
-
Diario de viaje kiwi 2: carta abierta a Curio Bay.
-
Diario de viaje kiwi 3: lo que mal empieza… bien acaba en Dunedin.
- Diario de viaje kiwi 4: cuando viajar cansa.
- Diario de viaje kiwi 5: Hokitika, una serendipia en forma de arcoíris.
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